Los países latinoamericanos y su sector empresarial tienen, en general, un déficit de competitividad en el actual contexto internacional. El ranking de competitividad mundial de 2024 muestra que los países latinoamericanos ocupan las posiciones más bajas: el más competitivo, Chile, ocupa el puesto 44 de 67.
Las explicaciones sobre la reducida competitividad están vinculada al bajo crecimiento y la escasez de inversión en América Latina y el Caribe (ALC) y se centran a menudo en las deficiencias en la educación y en infraestructuras, la competencia limitada y la informalidad generalizada. Hay un fuerte consenso de que, a menos que se mejoren esas áreas, la productividad de los trabajadores latinoamericanos seguirá siendo baja.
Además, para ganar en competitividad, la región y sus empresas tienen otras ventanas de oportunidad: la apuesta por la sostenibilidad. Una apuesta que se convierte en un fin (preservar la salud del planeta) y un medio para captar clientes y resultar atractivo para atraer capitales.
En la actualidad, la conciencia ambiental y social se han convertido en un factor determinante para los consumidores y emerge como un poderoso diferenciador. Ya no se trata solo de cumplir con las regulaciones y mitigar los impactos negativos sobre el entorno, sino de ir más allá y convertir la tendencia por la preocupación medioambiental en un pilar fundamental de cada estrategia empresarial para no solo contribuir a la sostenibilidad medioambiental sino ser más competitivo empresarialmente. Una estrategia empresarial basada en la sostenibilidad logra atraer a nuevos clientes que exigen a las compañías ser respetuosas con el medio ambiente y se convierte en una palanca para atraer recursos nuevos que se enfocan en la sostenibilidad.
Esa llegada de IED contribuye a cerrar brechas de productividad, a la vez que incorpora sistemas de gestión y modelos de negocios nuevos que fortalecen la competitividad de las empresas, las exportaciones y la creación de empleos de calidad. En los mercados emergentes se presentan grandes oportunidades en el sector financiero y, concretamente, en bonos verdes.
La IED también se alza como una palanca que aumenta la competitividad a través de la mejora de las infraestructuras y del capital humano. La educación y la formación son variables decisivas para la captación y el aprovechamiento de inversiones. La IED necesita de capital humano formado para aterrizar: o bien formado con anterioridad o bien esa misma IED promueve ese tipo de formación.
En paralelo, las infraestructuras son un factor determinante para el crecimiento económico de un país: la existencia de una red de infraestructuras apropiada supone un elemento clave para la atracción de inversión extranjera hacia una región.