Resumen ejecutivo
- Política de Trump: Adoptará medidas proteccionistas y desreguladoras en EE. UU., endureciendo su postura frente a China y buscando paz rápida en Ucrania.
- Impacto en América Latina: La región será clave en temas de inmigración y comercio, con tensiones con líderes de izquierda y apoyo a aliados como Milei y Bukele.
- Efectos económicos: Las políticas de Trump aumentarán tasas e inflación en EE. UU., afectando la inversión y crecimiento en América Latina y potenciando su confrontación con China.
La elección de Donald Trump arroja más incertidumbres que certezas. Su retórica incendiaria en muchos temas seguramente no se traduzca en hechos concretos, aunque en ciertos aspectos sus posturas maximalistas predominarán sobre su tendencia más transaccional que, de todas maneras, no desaparecerá ni mucho menos. Por lo tanto, podemos esperarnos un Trump ideológico (maximalista) y otro pactista (transaccional) e, incluso, uno continuista.
El Trump más maximalista aparecerá en decisiones como la retirada del Acuerdo de París al hilo de sus propuestas contrarias a la política medioambiental o en su postura frente a la UE y la OTAN pidiendo que los países europeos aumenten su gasto en defensa. El programa económico de Trump pivotará en torno a dos grandes ejes: recorte de impuestos y de gasto público y mayor desregulación y aranceles. En lo relativo a los recortes, el candidato electo republicano ha anunciado su intención de extender las reducciones fiscales que implementó en su anterior mandato y que vencen en 2025, manteniendo las tasas impositivas por debajo del 10%. También ha prometido, además de una mayor desregulación para favorecer la actividad de las empresas, reducir la tasa impositiva corporativa del 21% al 15%, con una tasa efectiva de aproximadamente el 7% de las ganancias.
El Trump continuista aparecerá sin duda con China, que va a seguir situado -como en su primera administración- en el rol de rival y enemigo, pero en esto hay continuidad con respecto a Obama, su primer gobierno y el de Biden. Parece difícil que eleve un 60% los aranceles a China y un 10% a la UE, sobre todo porque esto generaría inflación en un país que le ha votado entre otras cosas por el incremento de la cesta de la compra. Pero sin duda la guerra comercial con China se va a profundizar. Con respeto a Israel el apoyo de la administración Biden se va a mantener e incluso profundizar.
El Trump más transaccional se va a ver en relación a Rusia, donde buscará alcanzar la paz de forma rápida acabando con el suministro de armas a Ucrania mientras que presionará a Putin para que detenga la guerra y se contente con anexionarse el 20% del territorio.
Esos diferentes Trumps van a dar en un contexto en el que el expresidente llega a la Casa Blanca legitimado con un triunfo contundente y con mayoría en el Senado y posiblemente en la Cámara de Representantes. Un inmenso poder, aunque los representantes y senadores tienen sus propias agendas y habrá que esperar a si son capaces de mostrarse autónomos con respecto a la Casa Blanca o actúan más en consonancia con el presidente.
América Latina ha tenido un papel periférico (por no decir casi inexistente más allá del tema migratorio) en la pasada campaña presidencial estadounidense, y todo apunta que no va a ser uno de los pilares de la política exterior de Donald Trump tras su contundente victoria en las elecciones de EEUU, aunque podría tener más importancia de la que a priori podría parecer.
Los países de la región asisten al regreso de Donald Trump a la Casa Blanca de forma muy diferente. Trump se va a encontrar con aliados y partidarios como los presidentes de Argentina (Javier Milei) y el de El Salvador, Nayib Bukele. Todo apunta, también, a una buena relación con el ecuatoriano Daniel Noboa y el costarricense Rodrigo Chaves.
Por el contrario, la relación se prevé más compleja y llena de tensiones con dos mandatarios de izquierdas que están al frente de las dos grandes potencias regionales (Lula da Silva y Claudia Sheinbaum). El proteccionismo y las políticas migratorias además del intervencionismo en el tema del narcotráfico de Trump van a ser un punto de colisión con México como el unilateralismo trumpista en política exterior lo será además con Brasil. Además de aliados y este tipo de relaciones más complejas Trump va a tener enfrente como enemigos a la Venezuela de Nicolás Maduro, la Nicaragua de Ortega y la Cuba de Díaz Canel.
La región puede pasar de un período de descuido, incluso de indiferencia, por parte de Estados Unidos a otro de mucho más compromiso, aunque no necesariamente por razones positivas.
México será un país en disputa en dos temas cruciales para la agenda de Trump: la inmigración y China. Trump fue el arquitecto del acuerdo comercial T-MEC durante su primer mandato y no es probable que intente socavarlo ahora, pero utilizará el comercio como palanca en las negociaciones con México sobre la migración ilegal y puede buscar cambios en cuestiones específicas relacionadas con aspectos del acuerdo que han permitido que la IED de China en México evite aranceles más altos a los productos chinos que ingresan al mercado estadounidense. Perú, donde se encuentra el nuevo puerto de Chancay, construido con inversión china, también podría convertirse en un campo de batalla en las relaciones comerciales.
Es probable que Trump presione a Colombia por el aumento de la producción de cocaína y la estrategia de Paz Total de Petro, lo que provocaría una mayor tensión en la relación entre Washington y Bogotá, una posible reducción de la ayuda militar e incluso la amenaza de sanciones económicas.
Por último, está la cuestión de Venezuela. Si logra adoptar un enfoque pragmático, Trump podría negociar un acuerdo con el régimen de Maduro para reducir la presión migratoria olvidando otros temas como el de la transición hacia la democracia.